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Sobre Antonio Porchia

PrologoEdición francesa de Voces - Septiembre de 1978
Enviada por Alejandro Toledo ( * * ) 
Traducción  de: Daniel Gonzalez Dueñas ( * * )

El singular misterio de Antonio Porchia. (*)

Las máximas corren el riesgo de parecer meras ecuaciones verbales: estamos
tentados a ver en ellas la obra del azar o de un arte combinatorio. Pero no así
en el caso de Novalis,
de La Rochefoucauld o de Antonio Porchia. En cada una, la lectura siente la
presencia inmediata de un hombre y su destino. No nos conocimos personalmente.
Oí por primera vez su nombre de labios de Xul Solar, el pintor visionario. Nada
me cuesta imaginar que
fueron muy amigos: ninguno de los dos podría en el presente desmentirme. Pero lo
que puedo asegurar es que a través de sus Voces, Antonio Porchia es hoy mi amigo
íntimo, si bien acaso él no lo sabe.
Nadie ignora que las generaciones han consagrado las sentencias virgilianas y
las bíblicas. En un momento de duda, alguien abre el volumen al azar -que en el
fondo no es un azar- y recibe el consejo de Virgilio o del Espíritu. Así he
actuado numerosas veces con el texto
de Porchia. Hagámoslo ahora. Encuentro en la pagina 11:
Quien no llena su mundo de fantasmas, se queda solo.
Felizmente -y también para nuestro pesar-, los fantasmas no nos faltan. Creemos
ser argentinos, chilenos, franceses, devotos de tal o cual fe, afiliados a tal o
cual partido, herederos de una tradición, portadores de un nombre, habitantes de
una casa o de un siglo,
poseedores de un rostro entre otros. Estos fantasmas son incesantes, pero no es
imposible que nos dejen solos, atrozmente solos, en el instante de la muerte.
Interroguemos otra página, la 46:
      El no saber hacer supo   hacer a Dios.
Encuentro aquí la confirmación de una antigua duda. He tenido siempre la
sospecha de que Dios -el todopoderoso Dios de los teólogos- fue la más curiosa
invención de la literatura fantástica.
  En la página 110 encontramos:

  Las distancias no hicieron nada. Todo está aquí.

Recuerdo una anécdota de Carlyle. Un grupo de emigrantes que parten hacia
Australia le hacen una visita. Carlyle les dice: "¿Por qué viajar? Su Australia
está aquí y ahora". Podemos interpretar la sentencia de Porchia de otra manera.
Sólo existe el presente: el ayer y el hoy son ilusorios.
Los aforismos de este volumen van mucho más allá del texto escrito; no son un
final sino un comienzo. No buscan producir un efecto. Podemos sospechar que el
autor los escribió para sí mismo y no supo que trazaba para los otros la imagen
de un hombre solitario, lúcido y consciente del singular misterio de cada
instante.

( * ) Titulo y versión de Daniel Gonzalez Dueñas,

( ** ) Alejandro Toledo y Daniel González Dueñas.
Coeditores de: Voces reunidas,  de Antonio Porchia.

 

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